Historia de Santander
Repleta de aventuras y desventuras, se puede decir que la historia de Santander es de todo menos aburrida. Descubre la historia de Santander desde sus orígenes hasta nuestros días.
Las primeras referencias que se encuentran de Santander pertenecen a la época romana, cuando en el año 26 a.C. el emperador Augusto quiso tatuar su victoria sobre los cántabros con el puerto al que denominarían Portus Victoriae (Puerto de la Victoria).
Tras la conquista musulmana, fueron muchos los que se desplazarían hasta Santander huyendo de los árabes. En este momento comenzaron a llegar a la ciudad numerosas reliquias y se fundaron los primeros monasterios.
Entre las reliquias que llegaron a la ciudad se encontraban los restos de los santos Emeterio y Caledonio. Este hecho tendría gran importancia para la ciudad, ya que el nombre de Santander le sería dado gracias a San Emeterio. Años después de su llegada, se construiría la catedral para dar cobijo a los restos de los mártires.
En el siglo XII, Alfonso VIII otorgó a Santander la categoría de fuero. Esto implicaba ciertos privilegios como comerciar con productos básicos evitando algunas tasas aduaneras, algo que provocaría un importante crecimiento comercial de la ciudad.
Durante el siglo XV Santander se encontraría en un momento de gran desarrollo económico y demográfico, llegando a alcanzar los 6000 habitantes. Esta felicidad no duraría demasiado, ya que antes de finalizar el siglo, un barco de la armada procedente de Flandes llevaría la peste hasta la ciudad, provocando la muerte de miles de ciudadanos.
Durante el siglo XVII el puerto de Santander atravesaría un periodo de decadencia debido al desvío del comercio de Castilla hacia Bilbao, pero una vez llegado el siglo XVIII resurgió de sus cenizas para comenzar un fuerte acuerdo comercial con las colonias americanas.
A comienzos del siglo XIX, tras sufrir la invasión napoleónica, diversas epidemias y crisis coloniales, Santander se repuso una vez más para comenzar un importante proceso de expansión urbana.
El comercio se encontraba en un excelente momento y el puerto de Santander se convertiría en un importante nexo internacional con líneas regulares que unían la ciudad con Francia, Inglaterra, Cuba, República Dominicana y Puerto Rico.
Cuando todo parecía ir viento en popa, en 1893 tendría lugar un dramático suceso que provocaría la muerte de casi 600 personas y dejaría más de 2000 heridos. El puerto de Santander y las calles aledañas saltaron por los aires cuando el barco Cabo Machichaco se incendió y explotó con las 50 toneladas de dinamita que llevaba.
A finales del siglo XIX Santander comenzó a ganar importancia como destino turístico y de ocio gracias a la promoción de los saludables baños de ola en la playa del Sardinero. En este momento, la realeza, la aristocracia y la burguesía comenzarían a frecuentar Santander para disfrutar de las vacaciones de verano, convirtiendo la ciudad en un espacio lujoso y lleno de glamour.
Es en este momento de la historia de Santander cuando se construirían algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad, como es el caso del Casino, el Hipódromo, lujosos chalets y hoteles cargados de encanto, o el Palacio de la Magdalena, construido para regalárselo a los reyes, que comenzarían a pasar los veranos en Santander a partir de ese momento.
Con la proclamación de la II República en 1931, la ciudad sufriría importantes reformas. Fue en este momento cuando se crearía la Universidad Internacional de Verano de Santander, algo que llevaría al Palacio de la Magdalena a sustituir a sus anteriores inquilinos, los reyes, por los estudiantes internacionales que llegaban a la ciudad desde todas las partes del mundo.
La llegada de la Guerra Civil española en 1936 traería consigo pobreza y penurias, y Santander sufriría sus consecuencias en primera persona durante los bombardeos que asolaron la ciudad en repetidas ocasiones.
Cuando todo parecía haber acabado, en 1941 Santander tuvo que enfrentarse a otro gran desastre, un devastador incendio que destruiría el centro histórico de la ciudad.
Después de arder durante varios días, la ciudad se armó de valor y, sirviéndose de lo que tenía, recogió todas sus piezas para recomponerse y volver a brillar.
En la actualidad, Santander es una ciudad moderna que se reinventa para ofrecer a sus visitantes la mejor de sus caras, convirtiéndose en un importante centro comercial, administrativo, turístico y cultural que domina sobre el Cantábrico.